Sección: Suplementos Publicación: Revista nº 142
Omega-3 en la etapa infantil
Los ácidos grasos omega-3 (W-3) aportan muchos beneficios a la salud humana, ya que juegan un papel importante en la prevención de enfermedades cardiovasculares, cáncer de colon y enfermedades inmunológicas, y son de vital importancia en el desarrollo del cerebro y la retina.
Los principales alimentos en los que se puede encontrar una mayor cantidad de ácidos grasos W-3 (EPA y DHA) son los pescados, moluscos, crustáceos y algas (3). Durante los años 70 Bang y Dyerberg, investigadores, observaron que los esquimales de Groenlandia consumían una dieta muy alta en grasa proveniente de lobos marinos, ballenas y peces; sin embargo, en esta población la incidencia de enfermedades cardiovasculares y de cáncer, relacionadas generalmente con un consumo elevado de grasas, era muy baja (5). El tipo de grasa consumida por los esquimales contenía grandes cantidades del ácido eicosapentaenoico (EPA) y del docosahexaenoico (DHA) (ambos de la familia de los W-3).
A partir de estas observaciones se han realizado numerosas investigaciones clínicas y epidemiológicas que han evidenciado la esencialidad en el ser humano de los W-3, y particularmente la importancia del EPA y DHA en la prevención y manejo de diversas afecciones (5).
El DHA es el ácido graso omega-3 (AGO3) predominante en la materia gris del cerebro de los mamíferos, representando entre el 15-20% del total de ácidos grasos presentes en la composición de la corteza prefrontal de los adultos humanos. Es en esta región donde el DHAse acumula rápidamente desde el nacimiento hasta los 20 años, coincidiendo con la intensa maduración neuronal, la formación de sinapsis y la expansión de la materia gris. Además, el DHA desempeña un papel como segundo mensajero en los sistemas de neurotransmisión, con especial importancia en el proceso de mielinización y la eficiencia de las sinapsis (mejorando la velocidad de transmisión). También hay evidencia clínica que indica que los niveles de DHA en los infantes están asociados positivamente con un mejor desarrollo cognitivo, en particular en áreas como la atención y la memoria (3).
La Organización Mundial de la Salud (OMS) sugiere un consumo semanal de entre 400 y 1.000 mg de DHA para adultos y mujeres embarazadas. Durante el periodo de lactancia, se recomienda una ingesta diaria mínima de 200 mg de DHA, lo cual puede lograrse con el consumo de dos porciones de pescado a la semana (3).
Debido al fuerte efecto protector de los ácidos grasos omega-3 en enfermedades cardiovasculares, importantes organizaciones como la FDA (Agencia de Alimentos y Medicamentos), la AHA (Asociación Americana del Corazón) y la ISSFAL (Sociedad Internacional para el Estudio de los Ácidos Grasos y Lípidos) en Estados Unidos han emitido recomendaciones sobre su consumo. Para prevenir enfermedades cardíacas, se sugiere ingerir dos porciones de pescado a la semana, lo que equivale a unos 300-500 mg diarios de omega-3 (2). En el caso de personas con enfermedades cardíacas, se recomienda consumir 1.000 mg al día. Sin embargo, también aconsejan no superar los 3.000 mg diarios, ya que podría generar efectos adversos como un aumento del tiempo de coagulación y la elevación de los niveles de lipoproteínas de baja densidad (LDL).
Estas mismas organizaciones recomiendan que el omega-3 provenga principalmente del consumo de pescado. Aunque estas entidades promueven incluir pescado en la dieta habitual, algunos investigadores han advertido sobre la presencia de sustancias nocivas, como el mercurio y los compuestos fluoroclorados, en muchas especies de peces, las cuales podrían tener efectos negativos en la salud. Algunas de estas sustancias se han vinculado con el desarrollo de enfermedades como la obesidad (2).
Durante la infancia, pueden surgir distintos trastornos y enfermedades debido a una posible deficiencia de ácidos grasos. Uno de estos trastornos se caracteriza por un comportamiento inapropiado que afecta el adecuado funcionamiento social. Los niños que lo padecen suelen tener dificultades para concentrarse, seguir instrucciones y finalizar tareas, lo que impacta negativamente su desempeño escolar, sus relaciones familiares y sus interacciones sociales. En muchos casos, este trastorno persiste en la edad adulta, llevando a resultados desfavorables. La causa exacta de este trastorno es desconocida, aunque se cree que puede tener un origen multifactorial (7).
En pacientes con este trastorno se ha identificado una deficiencia de ácidos grasos omega-3, lo que sugiere que la falta de estos nutrientes podría estar relacionada con el desarrollo de algunos tipos del mismo. Un estudio que comparó a 48 niños con hiperactividad y 49 niños del grupo control, emparejados por edad y género, mostró que los niños hiperactivos tenían niveles significativamente más bajos de DHA que el grupo control. Otro estudio reveló que 53 personas con trastorno por déficit de atención con hiperactividad (TDAH) tenían niveles significativamente reducidos de EPA y DHA en plasma y glóbulos rojos en comparación con 43 sujetos del grupo control. Sin embargo, a pesar de esta evidencia, algunos estudios en los que se administraron suplementos de ácidos grasos omega-3 a pacientes con TDAH no lograron demostrar una mejora estadísticamente significativa en los síntomas. Estos resultados indican que la causa del trastorno puede ser multifactorial, y que solo en algunos pacientes podría estar relacionada con la deficiencia de omega-3. Por lo tanto, la suplementación con estos ácidos grasos podría ser beneficiosa en aquellos niños con TDAH que también presentan niveles bajos de omega-3 (7).
En los niños que son amamantados o alimentados con fórmulas que contienen DHA, se ha evidenciado una mayor agudeza visual y una mejor respuesta a la luz. Esto se relaciona con una mayor capacidad cognitiva para procesar información, y también se ha observado que tienden a presentar un coeficiente intelectual más elevado (4).
En ciertos casos no se alcanza la cantidad recomendada de omega-3, por ello la suplementación puede ser clave para asegurar un aporte adecuado en los niños, mejorando su desarrollo cognitivo y visual.
Hay estudios que respaldan que el tratamiento con omega-3 podría ser efectivo para tratar la agresión y la impulsividad en niños con trastorno del espectro autista (6). Existen estudios que han demostrado que la suplementación con ácidos grasos omega-3 en niños con sobrepeso y obesidad produce efectos positivos en los biomarcadores de riesgo cardiovascular y en la dislipidemia. Así, las dosis suplementarias podrían ser beneficiosas para la salud, ayudando a prevenir la hiperlipidemia y a disminuir el riesgo de desarrollar enfermedades cardiovasculares. No obstante, aún se necesita más investigación para comprender su influencia en el peso corporal, el índice de masa corporal (IMC) y la reducción de grasa en niños (6).
Por último, un estudio realizado en niños asmáticos de entre 7 y 10 años que recibió una dosis de 1.000 mg de omega-3 durante 38 semanas consecutivas mostró una mejora en la prueba de control del asma (ACT). Sin embargo, hay investigaciones que apoyan el efecto protector del omega-3 en el desarrollo de alergias cuando se suplementa en la infancia temprana con 650 mg de aceite de pescado (que incluye 280 mg de DHA y 110 mg de EPA) durante un periodo de 6 meses. Estos hallazgos evidencian la variabilidad en los resultados, la cual podría estar influenciada por la dosis y la duración de la suplementación (1).
En conclusión, la ingesta adecuada de omega-3 durante la etapa infantil es fundamental para el desarrollo óptimo del cerebro, la visión y la salud general. Los estudios sugieren que la suplementación puede ofrecer beneficios significativos, como mejoras en la agudeza visual, el rendimiento cognitivo y la reducción del riesgo de alergias. Asegurar un aporte suficiente de omega-3 a través de la alimentación o la suplementación puede ser clave para promover un desarrollo saludable en los niños y sentar las bases para su bienestar futuro.
BIBLIOGRAFÍA
1. Armenta Morales, J. (2024). Suplementación con dosis altas de ácidos grasos omega 3 en
pacientes con rinitis alérgica persistente sensibilizados a alérgenos perennes: ensayo clínico
aleatorizado frente a placebo. Benemérita Universidad Autónoma de Puebla.
https://hdl.handle.net/20.500.12371/21151
2. Castellanos T, Lyssia, & Rodríguez D, Mauricio. (2015). El efecto del omega 3 en la salud humana y consideraciones de ingesta. Revista Chilena de Nutrición , 42 (1), 90-95.
https://dx.doi.org/10.4067/S0717-75182015000100012
3. Castro González, María Isabel. (2002). Ácidos grasos omega 3: beneficios y fuentes. Interciencia, 27 (3), 128-136.
http://ve.scielo.org/scielo.php?script=sci_arttext&pid=S0378-18442002000300005&lng=
4. Connor WE (1996) Omega-3 essential fatty acids in infant neurological development
Backgrounder 1: 1-6
5. Durán-Alcocer, A., Aguilar-Shamira, T., Villanueva-Morales, I. C., Castillo-Ávila, P., &
Barrios-de-Tomasi, J. LA INGESTA DE ÁCIDOS GRASOS OMEGA 3 MEJORA LAS
HABILIDADES COGNITIVAS DE NIÑOS SANOS. THE INTAKE OF OMEGA-3 FATTY
ACIDS IMPROVE COGNITIVE SKILLS OF HEALTHY CHILDREN.
6. Marcela Rosas Nexticapa et al. (2017). Revista de ciencia y tecnología de América, ISSN
0378-1844, Vol. 42, Nº. 10. págs. 698-704.
7. Tapia S, Alexis Eduardo. (2005). LA SUPLEMENTACIÓN CON ÁCIDOS GRASOS OMEGA-3
DISMINUYE LA AGRESIVIDAD, LA HOSTILIDAD Y EL COMPORTAMIENTO ANTISOCIAL. Revista
Chilena de Nutrición , 32 (2), 95-101. https://dx.doi.org/10.4067/S0717-75182005000200003