Sección: Expertos
Publicación: Revista nº 133
“Doy mucha importancia a la alimentación, pero ahora le concedo un papel crucial a la forma de pensar del paciente”, Felipe Hernández
En esta entrevista Felipe Hernández, Fundador y Director del Instituto de Nutrición Celular Activa, desentraña las bases de la Nutrición celular Activa y afirma que el naturólogo es un estudioso de las prácticas naturales, con una visión holística del proceso salud-enfermedad
El extenso curriculum de Felipe Hernández avala su profesionalidad durante esta treintena de ejercicio profesional. Es Doctorado en Ciencias de la Alimentación, Director Técnico para España de Laboratorio Nutergia, Experto en Macronutrición y Micronutrición aplicada a la Salud y Calidad de Vida, Especialista en Epidemiología y Salud Pública y Fundador y Director del Instituto de Nutrición Celular Activa.
Es un placer reencontrarnos después de 13 años, en el 2010 nos concedió una entrevista ¿qué evolución ha tenido el sector de la medicina natural desde entonces?
Un placer para mí también, y ver que seguís tan “saludables” como revista, a pesar de los tiempos convulsos. Dejando a un lado el paréntesis sanitario, sin parangón, que han supuesto estos tres últimos años, creo que nuestro sector, en estos últimos 13, ha tenido “luces y sombras”. Las “luces” de una sociedad que ha reclamado con más fuerza que nunca el acceso a un tipo de terapia natural, pero con base científica, y a un perfil de profesional de la salud que realmente sea eso, profesional “de la salud”. La gente informada y despierta está cansada de posicionamientos cartesianos y mecanicistas que ven al paciente como una máquina, al que le fallan ciertas piezas que hay que arreglar o sustituir. Quieren poner su salud en manos de alguien que las vea en su unidad, que le ayude a trabajar por su salud y no a esperar pasivamente hasta que aparezca la enfermedad. Por tanto, la “luz” del interés creciente de la sociedad por nuestro trabajo no ha cesado de aumentar. Las “sombras”, por otro lado, las veo en dos sentidos: sigue el mismo desinterés por parte de las diferentes administraciones públicas en integrar las terapias naturales dentro del sistema nacional de salud, y, aunque algunos países han consolidado proyectos, en este sentido, muy prometedores, las recomendaciones que lanzó la OMS en el 2013 para la inclusión de las Medicinas Tradicionales no Convencionales antes del 2024, creo que solo eran un “bonito gesto” cara a la galería internacional. Por otro lado, estamos viviendo una cierta falta generacional de recambio. Me explico, hace 30 años un buen número de jóvenes se planteaban formarse en Naturopatía o Heilpraktiker, y bastantes médicos se acercaban a las terapias naturales a través de la homeopatía. Creo que ahora mismo ha crecido mucho el interés por el Grado en Dietética y Nutrición Humana o por el Grado Técnico Superior en Dietética o en ser Coach en Alimentación y Salud, etc., es decir, entorno a la alimentación, pero ninguna de estas opciones te prepara para conocer en profundidad la interacción entre todos los órganos/sistemas y su modulación mediante técnicas naturales, y mucho menos para comprender la conexión mente-cuerpo o profundizar en el papel crucial del intestino como eje central de la salud global, el uso de la fitoterapia, la aromaterapia, y un largo etcétera. El afamado Dr. Jean Seignalet, quien más ha influido en mi trabajo, junto con el Dr. C. Lagarde, afirmaba que el profesional de la salud debe poseer una amplia cultura sanitaria y no cerrarse en su especialidad. Es precisamente en esta gran virtud de la medicina convencional, donde se encuentra también su mayor defecto: el especialista que domina su campo de trabajo, pero no se preocupa por la interacción con otras áreas de la salud vitales (con dignas excepciones).
Cuenta con una extensa y prestigiosa trayectoria profesional de 30 años y se define a sí mismo como naturólogo ¿qué diferencia hay con el término naturópata?
Yo tengo una visión un poco particular en este sentido. El naturópata es aquel formado en el uso de las diversas terapias naturales, un experto en enseñar a otros como utilizar los recursos de la naturaleza y de su propio cuerpo para restaurar la salud. El término Naturopatía fue acuñado por Benedict Lust (1872, Michelbach, Alemania), inspirado por los clásicos Kneipp y Kuhne. Se basa en el poder de las fuerzas de la naturaleza: agua, aire, sol, tierra, plantas medicinales, magnetismo…, aunado a ejercicio físico, descanso y dieta, incluyendo también masaje, osteopatía, quiropráctica, correcta oxigenación e higiene mental y moral. Por otro lado, el Naturólogo, desde mi punto de vista, además de todo lo indicado anteriormente, debe de ser un investigador y debe poseer conocimientos de antropología, morfología, anatomía, fisiología, biología celular, histología, metabolismo, botánica, biofísica, etc., pero también de humanidades y de los factores psicosociales que condicionan el objetivo de su estudio: la salud. Debe poseer conocimientos notables de medicinas ancestrales y tradicionales que han demostrado durante siglos su valía a la hora de tratar los desequilibrios de la salud. El naturólogo es un estudioso de las prácticas naturales, tiene una visión holística del proceso salud-enfermedad, y también conocimiento sobre los conceptos y métodos utilizados por las distintas comunidades tradicionales y los tratamientos modernos. Su objetivo es enseñar y hacer conocer los recursos naturales para promover, mantener y recuperar la salud.
Entonces, ¿no sería necesaria la formación reglada para poder ejercer como naturópata o naturólogo?
En realidad, se puede ejercer en terapias naturales con el epígrafe correspondiente aun sin tener formación reglada. La situación, lamentablemente, sigue siendo así. Hay poco interés en la administración pública por darle el reconocimiento académico. Pero mi consejo es que quien desea dedicar su vida a esto se forme en el ámbito reglado en primer lugar, y luego adquiera conocimientos en escuelas privadas de calidad sobre lo que no enseñan en la facultad de Ciencias de la Salud (término cuando menos curioso, ya que son estudios sobre enfermedad, no sobre los activos para la salud). Yo mismo no he dejado de estudiar en 32 años (cuatro Especialidades, un Experto, dos Máster y un Doctorado) y mi hija está cursando Grado en Ciencias de la Salud y espero haga un Máster, antes de empezar con el estudio profundo de las terapias naturales. Y a mi hijo, que parece querer dedicarse al campo del deporte aplicado a la salud, le recomendaré lo mismo, primero reglada y luego no reglada, de calidad.
¿En qué año fundó el Instituto de Nutrición Celular Activa (I.N.C.A.) y con qué finalidad?
En el año 2001, aunque mi experiencia con la N.C.A. comienza en el 1996. Abrí mi primera consulta en el barrio de Dumboa en Irún (Guipúzcoa) en 1993. En mis inicios, para mí, todo era bioquímica, alimentación e higiene. Cuando asistí a un congreso internacional celebrado en Madrid y escuché al Dr. Claude Lagarde dar una extraordinaria conferencia sobre el estrés oxidativo como factor clave en la enfermedad vascular (y no la hipercolesterolemia) me enamoré del concepto de la Nutrición Celular Activa, que entonces no conocía nadie en nuestro país. Tres años después y tras cosechar grandes resultados con la N.C.A. en consulta, me invitaron a compartir escenario en un congreso en Donostia con el Dr. Lagarde, y allí se formalizó un “matrimonio” que dura hasta el día de hoy. Dos años después fundé el Instituto de Nutrición Celular Activa, desde donde dirijo tres áreas de trabajo: la docente, la investigadora (pequeños ensayos piloto con activos naturales) y la terapéutica (equipo multidisciplinar). En estos años he participado como Director Académico y Profesor del Postgrado de Experto en Macronutrición y Micronutrición Aplicada a la Salud y Calidad de Vida de la Universidad de Almería (1ª edición), profesor en el Máster Propio de Entrenamiento Personal de la Facultad de Ciencias de la Actividad Física y el Deporte de la Universidad de Granada (8 ediciones), Cursos de Verano de la UPV (4 ediciones) y en 19 ediciones del Especialista en Nutrición Celular Activa: Bases biológicas e interés clínico.
¿Cree que las terapias integrativas son la mejor opción para tratar al paciente?
Esto lo he explicado en varias ocasiones: no hay una terapia mejor que otra, hay terapias más indicadas para cada perfil de persona y de necesidad. Durante 20 años fui un abanderado de la frase: “Somos lo que comemos” (de hecho, mi primer libro se titulaba “Que tus Alimentos sean tu Medicina” RBA), pero en los últimos 10 años mi “frase eslogan” es: “Somos lo que comemos…, pero más aun lo que pensamos”. Sigo dando mucha importancia a la alimentación, y mis recomendaciones siguen siendo las de la N.C.A. fundamentalmente, pero ahora le concedo un papel crucial a la forma de pensar del paciente. “Según piensa, así siente y según siente, sana o enferma”. Muchos “talibanes” de la alimentación saludable no mejoran su salud porque su pensamiento tiene un papel nocivo en ella. He visto pacientes recuperarse de enfermedades muy complejas sin ser extremadamente estrictos con la alimentación, pero haciendo un gran trabajo de crecimiento interior para superar viejos traumas, y a otros, aplicar estrictamente varias terapias naturales muy eficaces, así como convencionales, pero con heridas psicoemocionales que no cierran, que nos han dejado, lamentablemente. No es casualidad que, en los últimos años, mucha de mi nueva formación gire en torno a la relación mente-cuerpo. Por otro lado, no todo el mundo es para nuestras terapias, nosotros no hacemos eso que algunos quieren cambiar “pastilla roja por pastilla verde”, si no están dispuestos a tomar un rumbo diferente del que los llevó a perder su salud no somos para ellos. Hay tres vértices incuestionables en la recuperación de la salud: alimentación saludable, ejercicio físico regular y el vértice de arriba, equilibrio psicoemocional (mi triángulo de la Salud). Si no se trabajan o no se quieren trabajar estos tres vértices (en la medida que cada uno pueda), entonces “no son para nosotros”. La medicina convencional es incuestionablemente eficaz en urgencias, en cuadros agudos, obviamente en el ámbito quirúrgico y en algunas extraordinarias especialidades, pero, cuando se enfrenta a cuadros crónicos… uf, entonces las cosas cambian, y en buena medida es porque los cuadros crónicos requieren de un cambio en el modo de vida y una implicación activa del paciente, y la medicina convencional no tiene ni tiempo ni actitud para dirigir en este camino.
Y sobre la Nutrición Celular Activa o la Micronutrición, ¿pudiera explicarnos mejor qué es?
Como ya comenté fue el Dr. Claude Lagarde quien concibió esta definición para describir la estrategia que busca aportar a nuestras células, de manera óptima, lo que necesitan. En realidad, nuestras células son, en sí mismas, “pequeños organismos individuales” aunque interdependientes. Tienen sus propios mecanismos de reciclaje y detoxificación, como la tan mencionada ahora autofagia, sus propios sistemas de “alimentación” y fuentes de energía (glucolisis, betaoxidación de los ácidos grasos, desaminación oxidativa de aminoácidos…), un metabolismo energético extraordinario con su propio sistema de respiración y oxigenación, enzimas que neutralizan el exceso de especies reactivas de oxígeno (GPX, SOD, GSH, Catalasa, Metionina reductasa…), etc. Desde hace décadas sabemos, con bastante precisión, los diferentes micronutrientes que nuestro cuerpo utiliza para cada una de estas funciones y muchas más. También, los avances científicos recientes nos han ayudado a comprender como ciertas plantas y algunos hongos tienen propiedades adaptógenas y reguladoras de rutas metabólicas y mecanismos fisiológicos implicados en el buen funcionamiento de diferentes órganos y sistemas. Todo este conocimiento puede ocupar miles de libros, toda una biblioteca nacional, porque es la biología de la vida. Es decir, nos basamos en conocimientos científicos en biología celular, aunque también en la tradición milenaria de la fitoterapia, la micoterapia y la dietoterapia. La experiencia empírica hizo avanzar a la medicina durante siglos, tanto cuando era fundamentalmente medicina natural tradicional, no farmacológica, como cuando se desarrolló la medicina moderna institucionalizada. En resumen, se trata de favorecer los mecanismos básicos de las células: nutrición, oxigenación y detoxificación. No defendemos el uso de dosis elevadas de nutrientes, sino de formulaciones basadas en sinergias bien estudiadas como soporte o ayuda a una alimentación saludable y un modo de vida sano. Con otras palabras, si uno no cuida lo básico sirve de poco tragarse “puñados” de suplementos.
¿El sector cuenta con evidencias científicas o estudios que avalen la eficacia de los productos naturales?
Quien piensa que las terapias naturales carecen de respaldo científico le diría que simplemente haga una indagación en las bases de datos de reconocido prestigio científico (Pub Med, Elsevier, Scielo, Trip, Medes, HONcode Search…) sobre algunos de los macronutrientes, fitonutrientes y miconutrientes que utilizamos, para comprobar que no carecen de ensayos clínicos que demuestran su utilidad en determinadas situaciones de salud y enfermedad. Aquí lanzo algunos ejemplos sencillos: Cúrcuma longa, Withania somnífera (Ashwagandha), Lactobacillus rhamnosus (Probiótico), Colecalciferol (vitamina D3), Grifola frondosa (Maitake), Silybum marianum (Cardo Mariano). No exagero si digo que puede encontrar varios miles de artículos científicos y ensayos clínicos in vitro e in vivo sólo sobre este grupo reducido. Aunque realmente, como suelo decir, la mayor evidencia de que nuestras terapias naturales funcionan son los millones de personas satisfechas con su implementación.
¿En qué nuevos proyectos personales se encuentra inmerso?
Durante los últimos años he buscado un modelo de salud que represente lo mejor posible lo que hacemos en consulta los equipos multidisciplinares de terapias naturales. Un modelo que, aun respetando el modelo patogénico, aporte un paradigma diferente, proactivo sobre la salud, y no he tenido que inventar nada, sino solo desarrollarlo un poco más, es el modelo Salutogénico, promulgado por Aaron Antonovsky (Brooklyn, 19 de diciembre de 1923). Sería largo de explicar ahora, pero básicamente, usando su analogía del “Río de la Vida” diría que, desde el punto de vista Patogénico, el río embravecido simboliza la enfermedad, y las personas que están en él deben ser salvadas, sin cuestionarse el por qué están ahí y por qué no saben nadar o solventar la situación por sus propios medios. Desde la perspectiva Salutogénica, el río representaría la vida en sí, un río que da lugar a arroyos con aguas tranquilas o bien a peligrosas corrientes y remolinos (diversas fases). Antonovsky se preguntó cuáles son las condiciones que determinan que una persona tenga la habilidad de nadar bien, independientemente de la zona del río donde esté. El resultado de la travesía se basa principalmente en la capacidad para identificar y utilizar los recursos necesarios, para mejorar las opciones de salud y, en definitiva, la calidad de vida. En estos tres últimos años he desarrollado un modelo que llamo Salutogénesis Integrativa y he ampliado el famoso “paraguas salutogénico” de los Recursos Generales de Resistencia, hasta el punto de crear una Escuela Virtual de Salutogénesis Integrativa (E.V.S.I.) donde informar y formar en este modelo integrativo de salud (www.evsi.es) de forma 100% online, contando con un grupo docente de gran experiencia.